13 de noviembre de 2007

YO Y EL MUNDO


OBJETIVO

Lograr que el adolescente se experimente distinto a todo lo que le rodea y que a la vez comprenda que todo ha sido creado para alcanzar la plenitud de la vocación a la que ha sido llamado.

ORACION. (Cantar o rezar pausadamente el salmo 8).

Señor, dueño nuestro,

¡qué admirable es tu nombre

en toda la tierra !

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

De la boca de los niños de pecho

has sacado una alabanza contra tus enemigos,

para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;

la luna y las estrellas que has creado,

¿ qué es el hombre, para que te acuerdes de él;

el ser humano, para darle poder ?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,

todo los sometiste bajo sus pies:

Rebaños de ovejas y toros,

y hasta las bestias del campo,

las aves del cielo, los peces del mar,

que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro,

¡ qué admirable es tu nombre

en toda la tierra !

VER

* Durante 15 o 20 minutos los chamacos se pueden retirar a oír, ver y contemplar la naturaleza. Captará todos los ruidos de su entorno, tomará conciencia de cuántas cosas hechas por Dios y otras hechas por el hombre están a su servicio y escribirá en su libreta la respuesta a las siguientes preguntas:

- Yo, ¿soy parte del mundo, soy igual que las demás cosas que veo ?

- De todo lo que observo, ¿qué hizo Dios y que ha hecho el hombre ?

- ¿ De qué manera trata el hombre a la naturaleza que le rodea ?

- ¿ El ser humano ha sabido dominar la creación que ha sido puesta bajo sus pies ?

- Yo, ¿he sabido aprovechar las cosas creadas y puestas por Dios a mi alcance, como instrumentos de salvación, para conseguir mi felicidad ?

- El hombre actual, ¿respeta el orden de la creación ?

- Nosotros, ¿sabemos amar y respetar a los demás como seres creados con dignidad igual a la nuestra?

* También se sugiere ver la película: «hermano sol, hermana luna» -San Francisco de Asís-, para sensibilizarnos y apreciar más todo lo que nos rodea. (Por falta de tiempo pueden verse sólo los cortos más apropiados al respecto. Aquellos hermosos contactos que San Francisco tiene con la naturaleza).

* O se puede realizar un socio drama en donde los adolescentes expresen la manera en que el hombre de hoy explota la naturaleza y el poco aprecio que aparenta tenerle...

PENSAR

En primer lugar, debemos de situar al hombre, es un ser creado al igual que todo lo que le rodea, pero tiene una singular importancia, una dignidad que le hace diferente.

El hombre existe en el mundo; nace en el seno de una familia; dentro de una sociedad bien determinada; en un lugar geográfico concreto, caracterizado por condiciones de clima, paisajes, etc.; y trascurre su vida constantemente rodeado de un ambiente que determina su contexto vital. Es precisamente en este mundo donde Dios lo ha puesto; el hombre, al igual que toda la creación han sido obra de Dios, él ha creado todo cuanto existe, y al hombre lo ha dotado de grandes facultades, le ha dado una dignidad especial. El hombre no fue colocado fuera del universo creado, no fue colocado en el vacío, sino que es miembro del mundo, miembro de la familia humana, parte del universo; está rodeado de seres determinados, es inseparable del mundo y el mundo le ayuda a tener un mejor diálogo con los demás hombres y con Dios.

Dios sintetiza toda su obra creadora en el hombre por hacerlo a su imagen y semejanza, dignidad que le hace ser el señor y el centro del universo. Esta dignidad nos sitúa más allá de nuestra simple creaturalidad, más allá de ser una simple cosa entre todas las demás cosas; nos hace ser alguien distinto y superior a lo demás, nos hace sujetos dueños de sí mismos, libres, racionales, con conciencia moral, capaces de diálogo interpersonal y semejantes a él para inaugurar comunicación ( Gaudium et Spes 15-17 ). Ni los ángeles, ni los animales, ni las fuerzas de la naturaleza, ni las cosas, ni nada de todo lo creado está hecho a la imagen de Dios, sino sólo el hombre y por amor ( Familiaris Consortio 11 ).

El hombre se define en su ser desde la relación que tiene con Dios, con el TÚ al que necesariamente está referido. El hombre es un ser hecho para Dios y está radicalmente a él orientado y descansará solamente en él. Dios es el Tú del hombre y el hombre es el tú de Dios. Por eso esencialmente está llamado a la comunión con Dios y para que esta llamada tenga sentido él nos creó a imagen y semejanza suya. En éste llamamiento a ser el tu de Dios está nuestra dignidad de ser personas. Somos el TU de Dios y no el tú del estado, el tú de la religión, el tú de la sociedad, el tú de los medios de comunicación, el tú del dinero, el tú del consumo, el tú del sexo, el tú del lucro, o el tú del sábado, porque no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. No estamos en función de la producción ni del trabajo; no debemos ser manipulados, no somos hombres-objeto u hombres-mercancía, sino que somos hombres-sujeto, somos los tus de Dios, somos para Dios y es aquí donde radica el secreto y la razón más alta de nuestra inviolable dignidad y valor.(Gaudium et Spes 19 ) Somos el sujeto de un diálogo surgido del amor divino, por eso es que se nos debe un absoluto respeto a nuestra persona y a todos nuestros derechos ( Gaudium et Spes 27 y Doc. de Puebla 317-318 ).

La fe cristiana asegura este llamado, que todos tenemos, a la unión personal, íntima y filial con Dios; y a la vez, da a conocer que todo nuestro entorno debe ser ocasión, ámbito y materia de este caminar hacia el destino eterno al que Dios nos llama. La belleza y la bondad que el hombre advierte en las cosas y en las acciones que le rodean, se convierten en un incentivo para ascender a una belleza y una bondad superiores, y ordenar su vida a la unión con Dios y con los santos en el mundo renovado de la consumación escatológica, al mundo que ha de llegar creciendo en la caridad precisamente al reaccionar según Dios frente a las realidades del mundo presente.

Por eso el mundo se presenta, a la vez, como llamada y como tentación. Como llamada, porque todo cuanto acontece es una invitación a vivir según la ley de la caridad, para alcanzar la comunión con Dios a la que estamos llamados. Como tentación, porque la belleza y la bondad de las cosas pueden detener el corazón del hombre en lugar de llevarlo hacia esa plenitud de bien y belleza al que ellas mismas están ordenadas. (Enciclopedia GER, tomo XVI, Rialp, Madrid 1989, 450) Y estamos constantemente cayendo en la tentación, el mundo nos ofrece bastantes placeres, las cosas que nos rodean nos parecen atractivas y consciente o inconscientemente nos desvían de nuestro camino hacia Dios.

Vio Dios que era bueno y lo bendijo, Todo estaba bien (Gn 1); por tanto no hay cosas malas, todo lo creado, el mundo y el universo entero tiene el visto bueno de Dios. Por eso la actitud del hombre con respecto al mundo tiene que ser de amor y desprendimiento: amor, porque reconoce la bondad y la belleza que hay en él; desprendimiento, porque advierte que no es en la mera relación con las cosas, ni en la vida presente donde su vida se consuma. El hombre no debe encerrarse en el mundo, no debe detenerse en la bondad y belleza de las cosas creadas como si en la relación con ellas estuviera su último fin, sino que debe estar alerta para descubrir la llamada que Dios le dirige a través de las cosas y de la historia, para unirse cada vez más a él.

Lo malo no son las cosas creadas, sino la actitud de nuestro corazón que adultera la bondad que hay en ellas en lugar de llevarlas a la plenitud a la que están ordenadas. El hombre no debe apegarse a las cosas, no debe convertirlas en absolutos y enajenarse en el mundo; su actitud no debe ser la aversión, sino el amor, el desprendimiento. Se trata de amar al mundo apasionadamente, amarlo en Dios y desde Dios, fuente de todo amor verdadero. (Enciclopedia GER, tomo XVI, Rialp, Madrid 1989, 450)

Las cosas fueron creadas por Dios y puestas al servicio de los hombres, para que valiéndose de ellas de gloria a Dios toda su vida. Por eso el mundo que nos rodea es instrumento de salvación, debe ser nuestro amigo y poco a poco lo hemos convertido en nuestro enemigo. En lugar de destruirlo, deberíamos respetarlo y amarlo hasta llegar al grado de San Francisco de Asís, de poder decir: hermano sol, hermana luna, hermana flor, hermana puesta de sol, hermana naturaleza. Y desde esa perspectiva dominar sobre el universo, porque Dios nos ha puesto para dominar sobre todos los vivientes, no para destruirlos (Gn 1). Somos criaturas visibles que estamos en el mundo y se nos ha confiado el cuidado del mundo.

En el mundo también existe el mal y el pecado, pero eso no es motivo para huir de él, porque no es lo exterior lo que mancha al hombre, «más las cosas, que salen del hombre, ésas son las que manchan al hombre. Porque del interior del corazón es de donde proceden los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las malicias, los fraudes, las deshonestidades, la envidia y mala intención, la blasfemia o maledicencia, la soberbia, la estupidez o la sinrazón. Todos estos vicios proceden del interior, y ésos son los que manchan al hombre» (Mc 7, 20-23). Y no solo manchan al hombre, sino que corrompen y destruyen lo hermoso de la creación; y es por eso que día a día nuestro mundo está siendo destruido; el hombre no se cansa de explotar todos los recursos naturales, porque desde el interior de su corazón salen la avaricia y el afán de tener más y vivir mejor. Es por eso que no negamos que «todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de los ojos y de la carne» (1 Jn 2, 16).

Los demás seres humanos, nuestros semejantes, también son parte del mundo que nos rodea, también son creación de Dios; y debido a que todos somos iguales debemos respetarnos y amarnos. Vamos a lograr la comunión con Dios, sólo viviéndola desde ahora con nuestros hermanos. La semejanza con Dios no se puede vivir de manera solitaria, sólo es posible en la comunión humana, porque Dios es comunidad y somos la imagen de esa comunidad; estamos hechos para la comunión humana y necesitamos de ella. Somos seres sociales y nuestro desarrollo depende de la relación con los otros. La persona aislada y solitaria yerra en la semejanza con Dios, porque Dios no nos creó para vivir solitarios, sino que por naturaleza somos sociales y no podemos vivir ni desplegar nuestras cualidades sin relacionarnos con los demás ( Gaudium et Spes 12 ). La imagen divina presente en cada hombre resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la Trinidad ( Catecismo de la Iglesia Católica 1702 ).

El trato entre los seres humanos debe ser de iguales. Respetar al otro como imagen de Dios es no permitir que siga siendo la periferia en mi vida, es renunciar a mis gustos e intereses; es aceptar y valorar a cada persona tal como es, es respetar sus sentimientos y su forma de pensar, es dar la vida por él. Los demás también son criaturas de Dios y juntos podemos dar gloria a Dios. Y el seminario siempre es una gran oportunidad para vivir en comunión con los demás, para compartir, para convivir, para reír y llorar, para trabajar y orar, para descansar y aprender juntos. La experiencia de vivir en comunidad en el seminario enriquece en un 100% a cada seminarista; juntos aprendemos a valorar todo lo que nos rodea, a valorarnos nosotros mismos y aprovechar cada oportunidad.

ACTUAR

- Independientemente del estado de vida que yo elija, ¿qué debo hacer para respetar el ritmo de la naturaleza?

- ¿Cómo me puedo servir de la naturaleza para dar gloria a Dios y para que sea instrumento para conseguir mi felicidad?

- En mi familia, en mi comunidad, ¿qué es conveniente realizar para que se respete más el mundo creado por Dios y puesto a nuestro servicio?

CELEBRAR

Los adolescentes pueden en unos momentos escribir en su cuaderno las veces en que no ha sabido ser “señor” de la naturaleza, las veces que no ha sabido dominarla respetándola y, después, a manera de “preces” o de “peticiones de perdón”, se pueden hacer en comunidad, con alguna invocación común.

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