22 de noviembre de 2007

LA OBEDIENCIA EN LA VIDA RELIGIOSA

Objetivo: Lograr por medio de la oración la convicción de los beneficios de la obediencia, como voluntad de Dios, para configurarse con Cristo obediente hasta la muerte.

Ver.
Nuestra realidad está envuelta en un sin número de contradicciones que nos afectan al querer hacer de la obediencia un acto de fe. Nuestra cultura nos reclama constantemente que el que obedece es el que menos puede, el que menos es, el que siempre tiene que perder, y por lo tanto, a quien se obedece es a alguien que tiene poder, dinero, que es más fuerte que él, en fin. Por eso te invito a contestar las siguientes preguntas:
1. ¿La obediencia es virtud o no? ¿Por qué?
2. Cuando obedezco ¿A quién obedezco? ¿Por qué lo hago?
3. ¿Obedezco de igual manera a un superior o a un compañero? Si o no. ¿Por qué?
4. Cuando obedezco ¿me siento libre de actuar o me siento condicionado?

Pensar.
Reflexionar el siguiente texto: Hb. 5, 7-9; Flp 2, 3-7 La obediencia es un valor de primordial importancia.
El mismo sacrificio de Cristo sobre la Cruz adquirió significado y valor salvífico a causa de su obediencia y de su fidelidad a la voluntad del Padre. Es la entrega radical y sin cálculos de la vida al Dios que levanta y libera. Lleva a la cercanía práctica para con los que hay que obedecer. «El fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp. 2,8).
Al igual que Jesucristo, también aquel que quiere seguirlo por medio de la vida religiosa, la obediencia debe expresar la voluntad de Dios, que le es manifestada por medio de los superiores. Esta disponibilidad debe ser entendida como una verdadera actuación de la libertad personal consecuencia de una elección madurada constantemente en la presencia de Dios en la oración.
La virtud de la obediencia es claramente prometida, por el religioso, libremente al aceptar sus votos de esta manera refuerza su voluntad de su misión, entrando de este modo en la dinámica de la obediencia de Cristo, que se ha hecho Siervo obediente (PO 15c; PDV 27). En la cultura de nuestro tiempo se hace sobresaltar la autonomía de la persona como algo propio de la dignidad, ésta no se ve de ninguna manera afectada por practicar la virtud de la obediencia.

Actuar.
Quienes tienen autoridad deben ser sumisos y dar testimonio de obediencia siendo justos al mandar.
¿Cómo se prepara cada uno para obedecer?
¿Se debe preparar para mandar?
Y luego... en un proceso, prepararse para volver a obedecer sin sentirse por ello menos que los demás, sino como nos sugiere San Pablo en Flp 2,3b.

Celebrar.
Se recomienda cantar: Un Joven soy Señor. Una revisión de la propia vida sobre la vivencia de la obediencia.

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