22 de noviembre de 2007

CELIBATO Y SOLTERIA SE COMPLEMENTAN

Objetivo: Entender que el celibato y soltería no deben ser elementos distintos, sino complementarios, para formar un solo estado de vida laical, en hombres y mujeres.

Ver.
Propiamente hablando sabemos que no es lo mismo ser célibe que ser soltero.
El caso del primero, se es célibe cuando se hace el propósito firme de no casarse, además se es casto; en el caso del segundo, se es soltero, simplemente porque todavía no se ha casado, pero no descarta la posibilidad si se encuentra con la persona idónea, sin embargo, a pesar de la distinción en el caso de los laicos célibes, estos dos elementos deben complementarse.

Pensar.
La Iglesia condena rotundamente a personas solteras, que no se casaron por cobardes, por temor a enfrentar la responsabilidad del matrimonio, pero que son mujeriegos; quieren vivir los dos estados de vida sin asumir alguno de ellos.
El Señor lo dice bien claro, «no podréis servir a dos señores», es decir, no te es lícito, no es bueno. Jesús nos dio ejemplo, El fue el primero que vivió esas dos realidades en su persona. Después de Cristo podemos mencionar muchos santos mártires que murieron siendo solteros célibes.
Quien vive de tal forma dice San Pablo supera en perfección al matrimonio, de esta manera dice: «No obstante digo a los no casado: bien les está quedarse como yo» (ICor 7, 8).
Ser soltero célibe hoy en día es un mérito y un testimonio a la comunidad. Pidamos al Señor, para que esta vocación que el Señor suscitó en su Iglesia grandemente en tiempos pasados se fortalezca cada día más, para el servicio de su viña.

Actuar.
Que promueva en mi comunidad el valor de la virginidad, en los jóvenes solteros, condenando siempre por muchos medios el aborto, la prostitución, las relaciones prematrimoniales y otros que dañan a los jóvenes de hoy
1. ¿Cómo lograr que mi vida diga mi vocación?

Celebrar.
Con algún signo que simbolice la pureza, la virginidad, (por ejemplo unas flores blancas), se puede entonar un Salmo de acción de gracias. (Ejemplo: Sal. 99)
Aclama al Señor tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

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