22 de noviembre de 2007

FAMILIA, COMUNIDAD DE SANTIFICACION Y FUENTE DE VOCACIONES CONSAGRADAS

Objetivo: «Comprender la importancia de vivir una auténtica vida cristiana en familia, que haga surgir la semilla de la vocación consagrada, para reforzar en familia, un ambiente propicio a las vocaciones.

Ver.
«APRENDI DE MIS PADRES»
«En mi casa, la religión no revestía ninguna solemnidad. Se reducía a rezar todos juntos por la noche. Mi hermana mayor, era la que dirigía la oración. Para que los más pequeños no nos aburriéramos, ella a veces aceleraba el ritmo, al grado que maltrataba o se comía algunas palabras, entonces intervenía mi padre y le ordenaba severamente: «comienza de nuevo», así aprendí que a Dios hay que hablarle con calma y con respeto». Mi padre, al rezar, se arrodillaba en el piso, apoyaba sus codos en una silla, y se cubría el rostro con las manos. No se movía, ni nos miraba, ni se impacientaba. Yo pensaba: «Debe ser muy grande Dios si mi padre cuando le habla se pone de rodillas. Debe ser muy bueno si mi padre le habla, sin quitarse la ropa de trabajo». Mi madre rezaba todas las oraciones, sin perderse una sílaba, pero siempre en voz baja, al mismo tiempo, no dejaba de mirar a los más pequeños. Las manos de mi padre, y los labios de mi madre, me enseñaron más que el mejor libro de catecismo.
Responder a las siguientes preguntas:
¿Quiénes son los primeros responsables de la vida cristiana de la familia?
¿Es importante dar testimonio de fe y oración en familia, para que de allí surja la inquietud vocacional de los hijos?
¿Qué prácticas piadosas hay en tu familia?

Pensar.
Lc. 2, 41-42. «La familia, en la medida que adquiere conciencia de esta genuina vocación suya y responde a ella, en la que aprende a vivir la mansedumbre, la justicia, la misericordia, la castidad, la paz, la pureza de corazón (cf. 4, 1-4 F.C., 21); llega a ser lo que, con otras palabras, San Juan Crisóstomo llama Iglesia Doméstica, esto es, el lugar en el que Cristo vive y obra la salvación de los hombres y el crecimiento del reino de Dios». «Los padres, desde la más tierna edad de los hijos, manifestándoles cuidado amoroso, les comunican, con el ejemplo y con las palabras una sincera y auténtica relación con Dios, hecha amor, fidelidad, oración y obediencia. (L.G. 35. AA. 11). A la luz de esta perspectiva, la familia puede ser considerada como el primer semillero vocacional». (OT. 2). «En realidad el paso decisivo que debe dar toda familia es el de acoger al Señor Jesús como centro y modelo de vida, en él y por él, tomar conciencia de ser lugar privilegiado para un auténtico crecimiento vocacional. No os ajustéis a los criterios de este mundo». Rm. 2, 12. (MOPV 1994 N. 2).

Actuar.
Demos respuesta a las siguientes interrogantes:
1. ¿Cómo está la piedad de mi familia, rezamos, frecuentamos los sacramentos, hacemos obras de caridad?
2. No basta pedir por las vocaciones, hay que poner los medios familiares para que surjan. ¿Tú qué vas a hacer?

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